EL PIANISTA DE LAS PALABRAS:
Felisberto Hernández
Artista integral conmovido tanto por la creación estética como por las profundidades de la filosofía y la psicología de la naturaleza humana, la biografía de Felisberto Hernández es un recorrido vital de Montevideo a París, entre intelectuales y amantes.
Como en un gesto premonitorio del fuerte nexo que lo relacionaría con la Argentina, en 1917, con sólo 14 años de edad, Felisberto llegaba a Mendoza con dos compañeros scouts a conmemorar los cien años de la batalla de Chacabuco, cruzando la Cordillera de los Andes hacia Chile. Recorrió, a pie, casi quinientos kilómetros en un mes, subiendo a más de cuatro mil metros de altura. Y luego... Fue ese hombre de transcurrir discreto a quien Lord Millington Drake llamara hermano en su invitación a Londres. Ese escritor de quien el poeta Jules Supervielle afirmara: "Ud. alcanza la originalidad sin buscarla en lo más mínimo por una inclinación natural hacia la profundidad. Ud. tiene el sentido innato de lo que será clásico un día". Aquel pianista que recorriera el interior de concierto en concierto y estrenara Petrouschka de Stravinsky en Buenos Aires.Felisberto Hernández, escritor y pianista, uno, entre muy pocos casos conocidos, dominaba ambas expresiones artísticas. La pedagoga Reina Reyes, su cuarta esposa, agrega una tercera dimensión cuando dice que a Felisberto se le conocía como escritor, cuando, además, era un pensador. Juntos escribieron Momento actual del pensamiento pedagógico y FH preparó conferencias para las clases de magisterio de Reina. Esa inclinación filosófica se transparenta en su propia ficción:Mientras yo no había dejado de ser del todo quien era y mientras no era quien estaba llamado a ser, tuve tiempo de sufrir angustias muy particulares. Entre la persona que yo fui y el tipo que yo iba a ser, quedaría una cosa común: los recuerdos. Pero los recuerdos, a medida que iban siendo del tipo que yo sería, a pesar de conservar los mismos límites visuales y parecida organización de los datos, iban teniendo un alma distinta. Así, con naturalidad, nos obliga a transitar por los pretiles del subconsciente poblados por enredaderas de la memoria.Esta dimensión de pensador, no siempre considerada, se diluye en la falsa oposición del músico y del escritor, cuando en verdad las dos vertientes siempre fueron complementarias y parte de un mismo artista integral conmovido ante el evento estético pero siempre indagando en las profundidades de la filosofía y en la psicología de la naturaleza humana. Y esto desde muy temprana edad, cuando a los veinte años comenzara a frecuentar las tertulias del filósofo Carlos Vaz Ferreira con la que sería su primera esposa, la maestra María Isabel Guerra. Marisa, como la llamaba familiarmente Felisberto, siempre cultivó su pasión por la música, con particular dedicación al piano. Juntos compusieron, hacia 1922, tres Preludios (Mimosismos, Canción repreciosa y El niño dormido), cuyas partituras sobreviven junto a otras cinco, de las once obras que, sabemos, compuso FH. Marisa es, también, la protagonista de El vestido blanco. De esta unión nace María Isabel, Mabel, en 1926, un año después de la publicación de su primer libro: Fulano de Tal.En Montevideo, Felisberto, junto a su amigo Alfredo Cáceres, director del Hospital Psiquiátrico Vilardebó, haría recorridas de pacientes externos. De estas visitas extraería el material con el que iría enriqueciendo sus historias. Cabría agregar otras dos tertulias de café de las que era habitué: la "literaria" del Sorocabana y la "filosófica" del Gran Sportman. Más tarde se incorporaría al Círculo de Estudios Psicológicos (1944) del Dr. Radeck, psiquiatra polaco, pionero de la psicología en Argentina, Brasil y Uruguay.Felisberto, como Macedonio, es de los escasos escritores a quien se los llama por su nombre, casi con familiaridad. Su estilo intimista, su propia vida, despiertan amistad y hasta complicidad; basta leer "Carta en mano propia" que le dedicara póstumamente Julio Cortázar (ver aparte), ese mismo Cronopio que prologara la edición francesa de Las Hortensias en 1975 y que fuera de los primeros escritores latinoamericanos en citarlo en La vuelta al día en ochenta mundos. Tempranamente también, Carlos Fuentes dirá: "Se podría decir que la ficción moderna de América Latina tiene sus comienzos con dos más bien oscuros escritores uruguayos, Horacio Quiroga y Felisberto Hernández".Su escritura, después de revisiones y correcciones exhaustivas era deliberadamente sencilla. En carta a su amiga Paulina Medeiros, nos revela: ...yo tengo como un proceso de amistad con las palabras: primero me hago amigo directo de ellas; y después me quedo muy contento cuando se me aparecen juntas, dos que nunca habían estado juntas, que habían simpatizado o se habían atraído en algún lugar de mi alma no vigilado por mí. (...)Pero hay palabras que nunca podrán ser amigas mías: las que no me parecen naturales o las que no entran en el misterio de la simpatía.En busca del cuento perdido "... cuando el silencio ya era de confianza, intervenía en la música: pasaba entre los sonidos como un gato con su gran cola negra y los dejaba llenos de intenciones." Son silencios non sanctos y llenos de intenciones los que injustamente acallaran a Felisberto durante años. Una censura de agnado impidió que parte de su obra llegara al público, a su público, con razones ajenas al propio autor.Es sorprendente, pero aún hoy, es necesario citar a Oscar Wilde: "No existe eso que se llama un libro moral o inmoral. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo".Así lo entendió, con valentía, Edgardo Russo, editor de vocación, que cruzó a la otra orilla para "rescatar" a "Las Hortensias". Esta nouvelle, escrita en París y publicada en vida del autor, fue su predilecta, como dan fe varios testimonios y cartas a familiares y amigos.En esta historia, el protagonista sofistica su muñeca (dame de voyage) llenándola de agua tibia para que al tacto tuviera más realismo. Años después, el Oak Ridge Institute for Nuclear Studies llamará a uno de sus maniquíes experimentales, Hortensia.Felisberto dedicará esta historia a su tercera esposa, María Luisa de Las Heras (en realidad, Africa deLas Heras, nombre de guerra: Patria), la legendaria espía española, coronela de la KGB, responsable de la red de espionaje de América Latina, con base en Montevideo. Objeto de una operación de inteligencia, y ajeno a las actividades de su futura esposa, Felisberto, involuntariamente, la "legaliza", al traerla de Francia y casarse con ella; el matrimonio duraría poco más de un año. Sin embargo, este escritor de fino humor, no exento de ironía, de una aguda intuición para "lo que no se ve" crea "Las Hortensias", una historia llena de claves (el propio Felisberto escribía con un método personal de taquigrafía) que ha llevado a especular que su ingenuidad e indiferencia política no hubieran impedido su sospecha de lo que fue un secreto hasta 1995. Durante dos décadas esta espía logró burlar a los servicios de inteligencia occidentales, muriendo ya anciana con múltiples condecoraciones en la Unión Soviética.La sensibilidad de Felisberto no excluía ninguna disciplina artística, pero la pintura lo atraía especialmente. Así se integró tempranamente al grupo que rodeaba al pintor Joaquín Torres García, recién llegado de España en 1934, con su "vanguardia constructivista". Creada la Asociación de Arte Constructivo se incorporó junto a la pretigiosa pintora Amalia Nieto, con quien se casó en segundas nupcias en 1937. De esta pareja nació en 1938, la segunda hija de Felisberto: Ana María.El pianista recorre incansablemente ciudades y pueblos de la provincia de Buenos Aires, intentando encontrar con sus conciertos un eco cultural inexistente. Serían también fuente inspiradora para su literatura y en lo personal, una no menor angustia existencial en el vano intento de remontar una pendiente paupérrima demasiado empinada. Regresando de este viaje, en mayo de 1940, Felisberto decidirá consagrarse definitivamente a la escritura; desde América, en la provincia de Bs. As., le escribe a Amalia para que venda el piano.Felisberto es presentado al público argentino en varias publicaciones. Victoria Ocampo lo da a conocer en 1943, en el Nº 103 de la Revista "Sur" con Las dos historias, y en 1944 aparece el único fragmento de la póstuma Tierras de la memoria en "Papeles de Buenos Aires". Sudamericana lo consagra en 1947 con Nadie encendía las lámparas. El escritor Roger Caillois lo definirá, por ese entonces, como "l'écrivain le plus original de l'Amerique du Sud".Encontrará con su última compañera, María Dolores Roselló, una paz de caminante: sus largos paseos, los intercambios literarios, el cine. Ahora, se permite la convergencia de la música y la escritura, inexorablemente intrincadas, pero que parecían necesitar el desplazamiento de la otra para existir. En el último año de su vida, Felisberto preparaba un gran concierto, ensayando en casa de María Dolores. El piano y la pluma se reconciliaban.Aunque lo leamos hasta la saciedad siempre nos deja un misterio, una incógnita a develar en nuestra propia vida, como si él nos "ocupara". Va despertando los pensamientos y sentimientos del lector en una mímesis. Tal vez no debería sorprender a los latinoamericanos y sobre todo a los rioplatenses que hábilmente su literatura vaya penetrando los entresijos de la conciencia, liberando caminos del pensamiento. Pero cuando confiamos en el camino que nos ha mostrado, él se escabulle por otro rumbo mientras nosotros continuamos por inercia en el anterior, pasando a ser nosotros los creadores, difuminando senderos múltiples a partir de una idea en principio muy simple. Felisberto es un escritor universal, sus traducciones siempre despiertan interés, buceando en el inconsciente común de la especie y los mecanismos de la memoria. Sin embargo, su anclaje definitivo se da en estas dos orillas, un uruguayo que, sin duda, también pertenece a la Argentina, una misma nación cultural que se ha dado en llamar Río de la Plata.
Walter Diconca - Presidente de la Fundacion Felisberto hernandez
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