17 de julio de 2009

SIESTA

El asfalto hierve afuera. No tiene muchas ganas de salir, pero a esa hora la calle es un imán para Ernesto.
Total, si me aburro vuelvo y me quedo en casa, como quiere la vieja. No se va a levantar antes que llegue el viejo, así que vuelvo rápido y listo, piensa y bosteza, perezoso.
La zapatilla se niega a enderezarse. Mueve el pie con desgano hasta que logra calzarla. Se levanta parsimonioso y sale al zaguán.
Le extraña encontrar la moto de su padre en la vereda. No lo había oído llegar.
¡Tiene unos horarios más raros mi viejo!, piensa, y no voy a intentar averiguar nada, no sea cosa que no me dejen salir.
Sale despacito, y el vaho del asfalto caliente lo cachetea. Camina por el cordón de la vereda haciendo equilibrio. De a ratos salta al pavimento donde corre un hilo de agua. No siempre logra evitarlo y el salpicón en la cara lo hace reír, contento. En la esquina espera que pase el colectivo y cruza corriendo la calle. Se cuelga de la rama del naranjo de don Matías.
Si el viejito sale me mata, piensa, divertido.
Por eso le gusta esa hora. Todo el mundo duerme la siesta, y él puede cometer toda clase de travesuras, esas que le exige su adolescencia recién estrenada. Pero tendrá que apurarse y volver. No contaba con la presencia del padre en la casa. No quiere encontrarse con la hebilla de su cinturón. ¡El viejo sí que sabe usarla a la hora de imponer autoridad!... Con alegría ve que el almacén de Mario está abierto.
¡Ese es un tipo piola!, piensa. Siempre tiene tiempo para charlar con los chicos del barrio y regalarnos una gaseosa cuando lo visitamos en barra. Claro, una sola gaseosa para todos, no es tonto el Mario. Hablamos mucho y entiende todo lo que nos pasa. Además ¡cuánto sabe de minas, el guacho!
Ernesto entra al negocio, apartando la cortina de flecos de metal.
—Hola, pibe, ¿qué hacés por aquí a esta hora? ¡Si tu vieja te ve, nos mata a los dos!
—No, si ya me voy, doy una vueltita corta y vuelvo a mi casa. Ni se van a enterar. ¿Y por qué tenés abierto el boliche, vos?
—Y, pibe, si uno no trabaja no paga las cuentas. Ayer casualmente charlaba con tu viejo sobre eso y yo le comentaba que voy a comenzar a abrir en horario corrido. ¡Igual, para lo que se vende! Pero bueno, a no quejarse, peor es estar desocupado en estos tiempos. Tu viejo también tiene suerte, che. Siempre tiene alguna changa que los ayuda ¿no?
Cuando Ernesto va a contestarle, el golpe violento de las cortinitas del kiosco y el grito de los que entran los paraliza.
— ¡Quédense donde están, y al que se mueva lo agujereo! ¡A ver vos, Gatuso, agarrá al pendejo para que no se mueva y vos, Zorrino, andá a la caja a ver qué tesoro guardamos, mientras yo lo cuido a éste!
"Éste" es Mario, que después de la sorpresa inicial se da cuenta de la situación. Sin dudar, saca una nueve milímetros que guarda en un cajón sin tapa del mostrador, ahí nomás, bien a mano, por si alguna vez ocurre una contingencia de éstas.
El tiro suena como un cañonazo y da de lleno en la cabeza de uno de los encapuchados. El bochinche, a partir de ahí, es infernal. Los tipos no se la esperaban y cada uno trata de escapar como puede. La sirena del patrullero se oye fuerte, junto con el chirrido de gomas. Los gritos de los policías se mezclan con los de la gente y los aullidos de los chorros que tratan de escapar.
Ernesto está clavado en el lugar donde le ordenaron quedarse, creyéndose muerto y pensando que el tiro a lo mejor lo mató a él.
Cuando ve al tipo tirado a sus pies, con la cabeza en un charco de sangre y encapuchado todavía, se agacha para quitarle la capucha. Un policía le grita:
— ¡No toqués nada, pendejo!—, en el momento en que el vómito de Ernesto baña la cara de su padre, desfigurada por el balazo, ahí, en el suelo.


Clementina Macaroff
Bariloche, Noviembre 2003

3 comentarios:

Isabel opinó ...

Que Imaginación, cada dia me gusta más tu forma de escribir. Me encanta que hayas abierto este espacio, no solo tu lo necesitabas, creo que muchos de nosotros tambien.

Te quiero!!

Mayra opinó ...

UHHH Clementina!! nada de palabras grandes... este cuento está buenísimo.
Los finales efectistas nunca dejan insatisfecho, nunca pasan de moda... a mi me gustan siempre.
Me gustó mucho!
Besos
Mayra

Un lector opinó ...

Mi querida amigañ sabes que no soy buen lector y menos escritor.....aunque me gusta escribir. lei tu cuento junto a mi hija mas chica y me encantó el final que le diste. me hizo a cordar a un libro de cuentos cortos creo de Cortazar que se caracterizaba por estos finales. En el tuyo esperaba que fuera uno de los pibes que iban atomar la gaseosa con Ernesto. Algún día cuando me jubile le destinaré tiempo a leer tus blogs y los de mi hija mayor. un beso juanatey Carlos

Publicar un comentario