5 de julio de 2009

INTENTANDO EL VUELO

¡Gracias, Sandra! Quizás te convenza de publicar otros escritos tuyos, tan bellos como éste.


Veo las siluetas azules de las montañas, penetra por mi nariz el aire fresco como un torbellino, aroma de cipreses y coihues, aroma que me envuelve; el recuerdo va deteniendo mi vuelo.
El aire allí es lento y así, lentamente voy planeando, me dejo llevar, mi vuelo es placentero, voy descendiendo hasta tocar con la punta de mis dedos el lago. Me aproximo más y más, entonces mi nariz choca contra el cristal helado del espejo, donde veo reflejado mi rostro, que antes fue liso como el lago en esos días de verano, donde los niños solían jugar descalzos, serpenteando piedras.
El espejo se va arrugando, hay surcos en mi rostro, se nubla mi visión, mis cabellos se platinan, se entremezclan con los cabellos dorados de los niños, sus bocas rojas, teñidas por algún fruto, de pronto palidecen sobre mis labios resquebrajados.
Los reflejos del espejo me llevan nuevamente al lago.
De a poco me alejo, voy remontando mi vuelo donde mi cuerpo vuelve a tener la liviandad de un ave, recupero mi rostro terso; no quiero dejar el vuelo.
Giran nuevamente un sinfín de recuerdos, mi niñez, la de ellos, mi único amor, mis amores ídos.
El peso de mis recuerdos casi no me permite mantener el vuelo. La punta de mi ala toca el agua helada… doy un giro, extiendo mis alas, elevo mi cuello, fijo la mirada, ahora si, emprendo el vuelo, paso las altas cumbres, el aire frío corta mi respiración, no dejo de elevarme, alto tan alto es el vuelo, que puedo tocar el limite de mi vida.


SANDRA PLANA

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