En la radio, la voz de Eladia recorre las estrofas de Viejo Tortoni y no deja de conmoverme, como si la geografía que describe me perteneciera. Después, El corazón al sur termina por depositarme definitivamente en una nostalgia que llego a sentir mía. La hoja, que ya abandonó el blanco de un largo año, me desafía para que ya no sea sólo una tentación la de llenarla de palabras. Y son casi palotes lo que brota de mis dedos. ¿Será siempre así? ¿Habrá una dimensión en el espacio infinito donde van a parar las cosas aprendidas, y de donde es casi imposible rescatarlas…? Me niego a aceptarlo. En cambio prefiero creer en ese gran agujero donde Alicia, con el mismo miedo pero con la curiosidad que le otorgaban sus años, conoció un mundo de maravillas. Quiero creer que allí fueron a parar mis sueños de escritora, y que cuando yo quiera puedo rescatarlos, renovados, jóvenes y con fuerza para acompañar otro tramo más de mi historia. ¿Será…? Katherine Mansfield solía preguntarse: “¿Qué quiero escribir?” y eso sólo ya suponía elegir entre todas las alternativas que su genialidad le proponía. ¡Qué maravilla! Yo apenas puedo balbucear un “¡Quiero escribir”...! mirando fijamente el teclado de la computadora, como si quisiese conjurar a las letras para que cobren forma y armen por sí solas lo que mi pobre genio no puede. Los escritores hablan de “disparadores” de la imaginación. ¿Y si mi imaginación hubiese muerto antes que yo? ¿Y si la vida que el hecho literario necesita fuesen sólo un par de gotas que nunca alcanzarán la entidad de caudal?... ¿Y si los interrogantes fuesen nada más que una forma de intentar un sustento del vacío?...
Clementina Macaroff - Bariloche, Agosto de 2008
LAS PALABRAS Y el verbo se hizo carne…
y las palabras, besos.
Fluyó la VIDA en el encuentro
y se hizo amor.
Y las palabras, siempre,
las palabras…
Y no hubo espacio
que no llenara
el eco de los besos,
el amor,
y las palabras.
Y conjuraron la muerte.
Y celebraron la vida.
Pero llegó el invierno.
Y el amor, los besos, las palabras
tiritaron,
se encogieron.
Nada pudo salvarlos,
y se murieron de frío
los besos,
el amor,
y las palabras.
Clementina Macaroff - Bariloche, Abril 2009
Estadio Malvinas Argentinas... entre cantos de tribunas
Y como si nada, surge entre cerros y palmeras
Imposible olvidar su origen de sangre derramada
y ocultada bajo el manto esperanzador
de un césped sediento de fútbol
simplemente, sin mentiras.
Imposible olvidar que fue una excusa para un mundial que nunca debió ser.
Imposible olvidar que resuena como un eco tormentoso el nombre elegido.
Una burla, una cachetada a miles de jóvenes que
desde la eternidad de los mártires
observan tristes, mientras un viento borra el pasado de los presentes.
Fabiola V. Signore - Junio '07
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